José María Teclo Morelos Pérez y Pavón (¡uuuf!, qué largo, ¿no?), pacífico párroco de Curácuaro -un pueblo de Michoacán-, no había imaginado que ese 19 de octubre de 1810 volvería a encontrarse con aquel cura que había sido su maestro en un colegio llamado San Nicolás; ahora no platicarían de filosofía sino de la estrategia para lograr la independencia de México, Claro, el del nombrezote es el famoso revolucionario del paliacate en la cabeza y el otro era el mismísimo Miguel Hidalgo y Costilla. Morelos lo hacía porque desde niñó padeció las injusticias de los españoles, lo cual nunca olvidó, ni siquiera en el momento en que lo iban a fusilar, como aquí él mismo nos cuenta.