Ágil, certera, contundente, es así desde la primera página Lo que queda del fuego, apuesta de Joel Rangel Celaya, cuya historia es clara y honda desde los primeros momentos de la lectura; intensificándose apenas nos adentramos a la obra que no escapa a lo auténtico y cotidiano de los personajes que se muestran en esencia seres de carne y hueso, precarios y de insospechadas pasiones. Si bien al inicio de la trama el relato puede parecernos ajeno, la aparición del Anciano, dará un giro de trecientos sesenta grados a la narración, y por tanto a la vida de la Mujer, que se verá arrastrada a los siniestros juegos de memoria. Reaparecen los recuerdos, fragmentos de la vida que no se cumplió o se cumplió a medias. Evocar no siempre es la felicidad, por el contrario, llega a ser perturbador. Bajo esta mirada, resulta imposible quedar ajeno al torbellino, pues cuando un olvido se recupera puede arrojarnos a marasmo de los abismos donde lo que más deseamos es volver a olvidar. Lo que queda del fuego, “puesta en escena” de Joel Rangel Celaya, es el rencor, pero también el arrepentimiento, el grito que clama amor y perdón.