En este libro está llevada a sus consecuencias máximas una especie de sobreposición de planos de lengua y de planos de realidad que van, por una parte, retratando un paisaje, un entorno que es físico y, por otro lado, las distintas nervaduras de paisajes mentales que confluyen finalmente en un espacio. Todo ello, a través de un lenguaje que constituye una especie de indagación a fondo de las valencias de las palabras, de los espacios propiamente textuales y que en litane, que significa letanía, llevan además el acento de un desgarro y de una reflexión que es tanto religiosa, como física y metafísica, y que abarca todos los planos de lo real.