Es fácil tomar partido a favor o en contra del boxeo. El espectáculo de un par de sujetos casi desnudos golpeándose con los puños tanto como puedan mueve lo mismo a la solidaridad que al repudio. Alegar, en favor del box, toda una historia de valentía, lucha contra las adeversdiades, nobleza, caída en desgracia, redención y asombrosa fotogenia no basta para superar, en la esquina contraria, los argumentos de quienes lo perciben como una barbaridad y una deformación del heroísmo auténtico.