La narrativa de Luis Miguel Estrada Orozco mira el tedio de la vida urbana bajo una lupa: todo lo magnifica, expone dramas microscópicos, a veces les prende fuego. Se trata del cuadrilátero de la vida diaria, la del hombre común, ese que queda igual varado en la carretera que en un puesto de asalariado, forzado a ese último round en un cubículo de tabla roca, en una improvisada enfermería de presidio, en un multifamiliar que le queda grande. Journeyman nos muestra un mundo en apariencia ordinario en el que surgen sin aviso fantasías monstruosas y espejismos insólitos. Los protagonistas son asediados por los fantasmas del divorcio y la traición amorosa, de la apuesta y el pagaré, del pueblo hundido bajo el agua y del cuarto de estudiantes donde se ha envejecido de pronto. Aquí, en el desierto de la medianía, incluso la Muerte envía misivas y firma trámites burocráticos.
En esta colección de relatos, Estrada Orozco conjura la realidad más inmediata para cortar luego con bisturí, mostrándonos sus sórdidas entrañas. Nos asombra la destreza y el prodigio de su prosa, nos horroriza y desconcierta el espejo que nos pone en la cara: el reflejo de esos journeymen, testigos y personajes nimios que el lenguaje y el recuerdo engrandecen.