Todo en esta historieta fue azar, improvisación, y placer por el absurdo, empezando con el nombre, Yoni Latorta. No hay un "porqué", un propósito, una intención específica o razonada y elaborada con su apelativo, simplemente fue hacer un "eco" con el hecho de que el personaje en la historia se confecciona unas tortas. Tal cual. Fue pues un jugueteo plano y simple, muy en deuda, eso sí (y en esto incluyo a los demás nombres que después irían apareciendo, señaladamente Tuna Tinaco, esa especie de mezcla entre Vitola y Olivia Oyl) con Gabriel Vargas, George Herriman y E.C. Segar, tres para mí muy grandes, influyentes y enormemente reverenciados autores.