La historia narrada por Greg Sánchez tironea los ánimos porque buena parte del libro causa enojo. También desgarra porque tuvo que ir a la cárcel injustamente, según cocluyeron los tribunales, verse privado de su libertad durante poco más de un año y sufrir en carne propia el encierro en una cárcel de máxima seguridad –el penal de El Rincón de Tepic, Nayarit–, el distanciamiento familiar, la rabia y la impotencia de saber que su esposa, la médica Niurka Sáliva, se lanzó a una aventura como fugitiva por Chile y Argentina con tres meses de embarazo sin más cobijo que la esperanza de volver a ver a los suyos algún día.
Greg Sánchez había sido alcalde de la ciudad de Cancún y se colocaba en la preferencia electoral para la gubernatura. Competía con Roberto Borge, hoy acusado por actos de corrupción. Nadie dudaba que Greg sería gobernador. Tenía el apoyo de la gente. Pero le atravesaron un tren en su camino. El golpe fue brutal. Por una orden salida de Los Pinos la PGR echó a andar su maquinaria perversa: en cosa de días le generaron un entorno de criminal mediante filtraciones a la prensa, y con una celeridad inusitada la SIEDO infló con testimonios falsos un expediente para incriminarlo por narcotráfico, tráfico de indocumentados y lavado de dinero. Su esposa también fue perseguida.
Greg Sánchez y sus abogados pudieron derrumbar toda la acusación y en un año y dos meses recobró su libertad, pero sólo por unos minutos: cuando salía del penal lo volvieron a detener. Nuevos testigos declaraban en su contra y por ello fue sometido a veinte días de arraigo. Según él mismo narra, se trataba de una venganza política de Calderón. Del relato integral se desprende una clara conclusión: que Felipe Calderón le hizo el favor al PRI para que el PRD no ganara la gubernatura, y así le despejaron el camino a Roberto Borge, quien seguramente agradeció de muchas maneras el favor del presidente.