En Nery Córdova previven las sensaciones de la flora y la fauna chiapaneca de su origen, la multitud y el desamparo de la megalópolis defeña de su juventud, la vastedad marina y el verdor del puerto que lo adopta y lo adapta. Desde Mazatlán viaja y delira. Allí inicia el recorrido de su extenso poema que lo lleva contra sí mismo para buscar una salida entre la furia de los elementos naturales y la impasioente demanda de Eros, la explosión de los sentidos y el orden necesario para germinar un discurso voraz que no se devore a sí mismo en este ciclo de escatologías y rituales, de utopías y mitos.