Al ignorar o despreciar, al olvidar, al desconocer las facultades humanas no ejercidas habitualmente, se comete una injusticia con el hombre que se menosprecia o no se justiprecia.
El puede ser un místico, él puede ser un iluminado, él puede ser un mártir moral, puede sacrificar comodidad, satisfacción, alegría en aras de conseguir justicia, misericordia, bondad, amor a sus semejantes; es decir, un hombre puede ser un pigmeo moral o un gigante moral; un villano o un héroe; un demonio o un santo, sin dejar de ser hombre y sin tener que convertirse en Dios. Ser fiel a su naturaleza es básico, de otra forma podría destruirse, lo mismo si actúa como insecto que como Dios.