Tercera y última entrega de la trilogía sobre la asfixia de la razón, Éxodo es el relato del fin y de un posible inicio tras el fin. Cuando el capitalismo salvaje —y sus consecuencias: consumismo desenfrenado, idiotez generalizada, infantilidad mundial, destrucción de la Tierra— ha ganado una partida que le aboca irremediablemente a su propia desaparición, no queda más que poner las esperanzas en las generaciones futuras. Liberarse —desintoxicarse— de la esclavitud capitalista y asumir un largo período de errancia y penuria en pos de una tierra que no veremos nosotros ni, quizá, nuestros hijos, sino los hijos de nuestros hijos.
En Éxodo, Iyer pone en marcha una auténtica disquisición socrática que se vale de enseñanzas ancestrales y de pensamientos de filósofos terminales para llegar a la única conclusión posible: no hay salida; por tanto, hay que irse, desaparecer de este escenario de locura financiera, si queremos conservar el último reducto —aún— no conquistado del todo por el mercantilismo: el yo.