[Estar así, todo el día, con la pinche voz de dios bien clavada en el oído. Y hacerse como si nada, que uno es normal, como los demás. Trabajar, amar, odiar, morir. Pero no acostumbrarse, andar bien encabronado. Escuchar a los demás y a dios con su parloteo eterno Escúchame a mí yo soy tu señor a ellos no los oigas. Y el hablar de la gente con su mire doctor mis problemas mis nervios mi locura. Pinche psiquiatra que soy, dañado, jodido, por sentirse perseguido. Pagar impuestos, el impuesto sobre la renta, el cheque raquítico, de dar lástima. El no entender de mi esposa. No escuchar, correr, huir. Ganas de matar, matarla Mátala hijo mátala dios te lo ordena...]
La ciudad rebosante de tráfico, laberinto, derretida en el asfalto, llena de profetas. Hombres vociferando contra dioses que perdonan, sujetos que en cada esquina redimen al mundo, niñas con estigmas, infantes que reparten plagas, apariciones que acosan, psiquiatras que escriben evangelios llenos de ira, miedo, y por supuesto, rabia. Los personajes de Rafael Medina ofrecen otra mirada, mordaz, rebosante de humor negro,de lo poderoso que pueden ser los símbolos religiosos. Los cuentos de este libro son profecías de la condición humana, de su intento por salvaguardar la cordura ante una divinidad y un mundo terrible.
Cástulo Aceves
