La dimensión ética está adquiriendo nuevamente una gran relevancia en todos los ámbitos de la sociedad ante la evidente crisis generalizada en la que hoy se encuentra la sociedad frente al cambio de época. Después de prácticamente dos siglos en los que el proyecto de la modernidad, como afirma Edgar Morin, separó el juicio de hecho y el juicio de valor haciendo que la ética se separara del conocimiento y de la ciencia, con la consecuente privatización de la ética y la desviación del proceso científico y tecnológico por un racionalismo supuestamente neutro axiológicamente, el mundo vuelve nuevamente la mirada a la ética, no como un gesto de buena voluntad o un repentino momento de iluminación sino como un asunto de estricta supervivencia.