Estática es, según define la autora, un oratoria para cuatro cuatro cuerpos. Cuerpos sagrados, entonces. Y fuera de control: invadidos, devastados, paralizados. Cuerpos que responden, de pronto, a un impulso eléctrico.
La Madre, una anciana de 95 años, arrasada por la vejez y la locura, se aferra al pasado esplendor y a la inútil esperanza de que su hijo la salve del encierro. El Hijo, atrapado en el vínculo que lo une a esa Madre anciana y demandante. La Muda, presa de "eso" que crece dentro de su vientre y del odio por la familia que la ha arrojado de la casa familiar.
Un cuarto personaje, el Testigo, observa a todos, informa, comenta, da cuenta. Es la mirada de la autora, feroz y compasiva al mismo tiempo. El texto, sin didascalias, para invitar -como dice Torres Molina- al director y a los actores a una exploración que abra nuevos sentidos y asociaciones poéticas.
En 2003, Estática fue finalista del Premio Casa de América Festival Escena Contemporánea de Dramaturgia Innovadora (España).
Innovadora, así es Susana Torres Molina: audaz y profunda en la investigación de las emociones humanas y de los procedimientos escénicos. Y Estática, un texto abierto que, paradójicamente, produce en el lector/espectador una vívida sensación de claustrofobia.
Como dice el personaje del Hijo: "¿Qué se puede hacer? ¿Esperar? ¿Esperar qué? El derrumbe de los cuerpos".