La poesía de Gabriel Govea surge de la ausencia y de la sombra. Desde su soledad deja salir palabras como gaviotas que buscan ascender hasta el misterio. Sabe que la boca no puede colmar su propia sed, por eso sus versos gritan, arden y se desvanecen cuando encuentran el vacío. Resucitan, en cambio, cuando el cuerpo es templo habitado por la sonoridad del otro.
Carmen Villoro