Los escritores importantes suelen correr riesgos. El autor apuesta no por un estilo común, ni por un mismo registro literario, ni siquiera por una temática que los convierta en semejantes, sino que escribe con la voz que necesita tal o cual historia. Así, cuando el lector cree que se adentró en una narrativa histórica, da la vuelta de página y se encuentra con un relato fantástico, o una ficción de humor negro, o una trama policiaca... Y esto, que si bien descalifica al cuentista como una firma comercial, lo califica como un prosista impredecible, audaz, ora reflexivo, ora directo, interesante, a veces, incluso, fascinante, y que dibuja y desdibuja al ser humano en su variedad de fobias, soledades, maldiciones y lo hace sentir que el enemigo está más cerca de lo que piensa.