AA.VV
Ningún otro pintor como Edgar Degas 1834-1917 tuvo entre manos las claves de la «modernidad», etapa signada por la pretensión de progreso infinito y la omnipotencia de la razón. Sin embargo, para acceder a ella, él mismo se impuso la consigna de hechizar la verdad ,y así se lo propuso a su entorno. Este alarde de exorcista bastó para que los sesudos señores de su tiempo lo mirasen de reojo. Hoy, cuando es sabido que la modernidad desembocó en las trincheras de una Gran Guerra anticipo de otra locura bélica mucho más cruenta, nada mejor que contemplar los evanescentes tules que envuelven a sus bailarinas y también el gesto de desgarro que las desnuda. Son las verdades que hechizaron su genialidad.