Desde la adultez —donde creemos haber ganado una sensatez inquebrantable— echamos un vistazo al universo adolescente y respiramos con alivio por haber superado esa fase de febril inconsciencia. Y puede ocurrir que, con esa altivez, nos sentemos a escribir sobre ese mundo como si nunca lo hubiéramos vivido y después nos sorprenda que los jóvenes pasen de largo ante nuestra obra y achaquemos todo a su ignorancia e indolencia.
En Curva peligrosa, Edeberto Galindo no incurre en esa falta y nos entrega un ejercicio dramático redondo en contenido y forma, pues su mayor cualidad reside en la capacidad de recrear diálogos creíbles y entrañables y penetrar con agudeza en el lenguaje coloquial para dotarlo de vitalidad, de un brío propio.
Los adolescentes protagonistas de esta pieza no son meros arquetipos. Con el muchacho que aún habita en su interior, Galindo mira el mundo con ojos nuevos y siente ese mismo dolor que se experimenta delante de puertas que se cierran para clausurar los sueños más legítimos.
Un teatro que no se compromete con su tiempo e ignora desde su arrogancia a los jóvenes espectadores, que son su futuro público, está negándose su propio porvenir. Edeberto es un creador cabal, en el sentido más decimonónico del término, y a la vez un hombre del siglo XXI que sabe dialogar con su tiempo y lanzar una mirada crítica a su entorno. Y esto, en la época que atravesamos, constituye una auténtica rareza.
Reynol Pérez Vázquez
