Amadeo Rodríguez regresa a su natal Teziutlán, ubicado en la sierra de Puebla, donde se ve envuelto en las extrañas desapariciones que inundan al pueblo. Funcionando como un espectador más, Amadeo cabalga entre la difuminada línea que divide a los personajes y al lector, simplemente admirando cómo las vidas de los habitantes se van uniendo y deshaciendo enfrente de sus ojos. La cuerda nos ata a todos.