“El Paraná asoma en la curva. La ciudad más que espejarse parece hundirse en esa agua. Miro el retrovisor una vez más. Cuando me aseguro de que no nos están siguiendo, encaro para el sur”. Cruz es una voz y es una ciudad que se hunde y se funde con las de las otras dos orillas, es un hombre que corre y cuenta con aliento corto: el de la desesperación. Como un Karamazov semitropical, Tomás Cruz se cae en un infierno macho de padre criminal y hermano que se equivoca en un negocio turbio y pesado. Los más filosos y traidores de la Triple Frontera, toda filosa y traidora ella misma, serán sus semejantes. Y las niñas más frágiles, la mercadería. Descartable y renovable. Tomás Cruz tiene su misión imposible, sacar al hermano de la cárcel. Y a la sobrinita, que ya tiene destinada una bala si él falla. Se va a quedar sin aire como un pez fuera del agua en esa ciénaga de asesinos perversos, narcotraficantes y políticos corruptos. Pero va a tener que nadar. Metálica: la prosa de Nicolás Ferraro en esta novela espléndida es de metal y corta y hace uno de los ruidos que podría hacer la muerte si anduviera cerca y de natural no tuviera nada. Este autor joven le mete una lengua nueva a la novela negra, una lengua hecha de barro y de sangre y de rioplatense, guaraní y portugués. Una lengua de frontera, una que termina para volver a empezar y mezclarse y decir todo otra vez como si no hubiera sido dicho antes. Larga vida y muchas novelas para Nicolás Ferraro y para la novela negra latinoamericana.
Gabriela Cabezón Cámara