Amanece en Lisboa. La mirada del novelista se asoma discretamente a la ventana de un vecindario. Capítulo a capítulo, salta de casa en casa, de personaje en personaje, para revelar un mundo gobernado por la necesidad, las grandes frustaciones, las pequeñas ilusiones y la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores.
Saramago escribió esta novela a los treinta y un años y entregó el manuscrito a una editorial de la que solo obtuvo respuesta cuarenta años más tarde. Claraboya anticipa de un modo deslumbrante las virtudes narrativas que serán el germen de tantas obras maestras.