"Ahí conoció a José Osuna, profesor de Derecho y asiduo asistente a la Biblioteca. Y aunque los dos eran tímidos y reservados, con el tiempo no pudieron evitar el encuentro. Al joven profesor le llamaba mucho la atención la chica delgada y con gafas. Pero más que su apariencia le intrigaba y atraía, al mismo tiempo, su seriedad. A ella le gustaba el maestro por formal y también por serio, hasta que un día él dio el paso al invitarla a tomar un café cuando terminara su labor. En aquella ocasión, de nuevo el sudor afloró en sus manos. Alrededor de la universidad había un sinfín de pequeñas cafeterías. Parados en la puerta de la Biblioteca, él le puso varias opciones sobre la mesa y Citlali escogió El Jarocho..."