«Evóquese la provincia de familias católicas, de niños y adolescentes deslumbrados, de tías espantadizas, de curas que eliminan los besos de las películas, “no vaya a ser...”, de censores municipales que salvan a los espectadores del vicio nefando de la curiosidad. Allí el niño y el adulto de igual nombre, regresan al pueblo detenido en su lejana movilidad. Y se sumergen en el mar de las mitologías, las suplantaciones, la voluntad de representación. Del paraíso dislocado se desprenden historias insólitas. Carlos Martínez Assad ha escrito la otra historia de la provincia que todos habitamos.» —Carlos Monsiváis