El amor y hasta la pasión por la naturaleza encarnada en el chile brotan en muchas otras dimensiones de la vida mexicana. Su especificidad como planta se despliega en todo el país en diversas formas y climas; sus atributos gastronómicos, como especie o como alimento delicioso; sus usos en la medicina antigua y actual; su papel en los ritos contemporáneos y pasados en las diversas comunidades que forman parte de nuestro mosaico cultural. Este número nos invita a reflexionar sobre este fruto como emblema cultural y simbólico de nuestro país.