No muchos años despuès de la muerte de Rodrígo Díaz (1099) - al que, ya en vida, se le había ensalzado en los versos latinos de un Carmen Campidoctoris, y del que la crónica culta habló de inmediato en una Historia Roderici Campidocti- los juglares castellanos difundían versos que con el tiempo formarían el Cantar del mío Cid.