Con la panóptica torre Eiffel, la ciudad de las luces escudriña con avidez en la privacidad de sus habitantes y en Bajo la niebla de París centra su atención en uno de ellos. El perfil de profesor universitario Samuel J. Vacuitis impregna la novela con su ánimo decadentista y el ambiente de una distopía en la que la vigilancia perturba incluso la naciente relación personal de sus protagonistas, colocando la historia de amor bajo el velo sórdido de la intromisión como metáfora de una realidad colectiva.
La prisión (es decir, la ciudad) sirve como telón de fondo —como migraña en el insomnio— para que el lector acuda con un realismo improbable por lo taimado de su espíritu pesadillezco y lo atormentado de sus personajes; ya sea que esa perturbación nazca del control y la vigilancia que se sufren, o que tenga su raíz más profunda en la psicología de sus habitantes.