La poesía de Hans van de Waarsenburg podría analogarse al corte fino de una cuchilla sobre el hielo, herramienta (su pluma) que deja una huella blanca sobre el blanco, es decir, percibe una realidad sobre otra realidad, posiblemente del mismo color, de la misma textura, con los mismos contrastes que la que, desde nuestro interior, mueve al ojo en busca de referentes hermanos, semejantes que ya existían como tales antes de nuestra mirada sobre su tangibilidad, y que desde ese su ser independiente envían hasta nuestra retina un sutil cambio de luces.