El duelo es un animal salvaje que habita en el do liente de manera singular e imprevisible. En el caso de R., el asalto se traduce en visitar de manera desesperada el archivo que su amada Edith ha dejado tras morir. R. atraviesa el archivo al tiempo que intenta, en una carrera contra el tiempo, con vencer a su viejo amigo de la infancia, el editor Gabriel Fonseca, de que publique un libro con la obra de Edith. Durante el viaje que R. realiza para poder escribir sus misivas, aparecen los «canarios», como llamaba Edith a sus obras. «Como una forma antigua de alerta, las especies centinela son animales que detectan el riesgo antes de que el daño alcance a los humanos. Son oráculos de la muerte en forma de animales», es por eso que Edith llamaba a los cuadernos que contienen su obra «canarios», porque le servían para estar alerta, para reconocer la muerte y así reconocer su momento de cruzar el umbral. ¿Y los canarios? Los canarios eran una colección de agonías que recogen instantes precisos de transición: un monje vietnamita inmolado, un suicidio masivo en las Islas Marianas, un hombre que se arroja al metro, una niña atrapada en los escombros tras una erupción, entre otros. Así, esta novela epistolar configura un recinto que retrata el palimpsesto de la memoria; la agonía amorosa y el fulgor de la muerte; el fardo de la soledad y la inclemencia del tiempo; la sin taxis en la imagen y la forma en la prosa: Marina Azahua ha escrito una novela total a la que ningún género le es ajeno. Su pensamiento, poético y preciso, ilumina y conmueve. Archivo agonía abre la puerta a una voz literaria asombrosa.