«No importa cuánto sepas, no importa cuánto pienses, no importa cuánto maquines, finjas y planees, no estás por encima del sexo.»
Así habla David Kepesh, reputado crítico cultural, profesor estrella de una universidad neoyorquina y también elocuente defensor de la revolución sexual. Hace décadas que se ha acostumbrado a acostarse con alumnas y a la vez a mantener la distancia crítica de un esteta. Pero ahora esa distancia ha sido aniquilada. La responsable del desmoronamiento de Kepesh es Consuelo Castillo, una mujer de veinticuatro años, hija de ricos exiliados cubanos, de modales refinados y humillantemente bella.