El agua de las esferas, como muchas de las novelas de Jesús Gardea (Delicias, Chihuahua, 1939- Ciudad de México, 2000) es a la vez una muestra de la capacidad de una narrativa particularmente difícil en su ritmo y en su sintaxis, y una deslumbrante relevación de lo que en ese opacidad se oculta: el infierno de la soledad caldeando por el sol a plomo sobre la tierra sin sombra.