Guillevic trenza y edifica una a una sus palabras, ramas que se articulan y cimientan sabiamente la densidad y la fuerza de su poema. Lo que monta en escena son las palabras de un hombre que se vuelve viento, mar bestias, hierbas salvajes, aves marinas y a veces humanos de cuidad y suspiros de amor. Su poema detiene el tiempo de lo que se dice y nos deja en el rastro de lo que se abstuvo de decir o en la interrogación de lo que no habíamos percibido antes de ableer. Sus poemas tienen la piel del mentir. Se mantienen de pie ante la eternidad.