El 14 de diciembre de 1922 se publicó en “La novela semanal” de El Universal Ilustrado –suplemento dedicado a difundir la literatura mexicana de vanguardia- La señorita Etcétera de Arqueles Vela. Cuatro años después fue reeditada en la revista del movimiento estridentista, Horizonte, con el subtítulo “Novelas” junto con los relatos cortos El Café de Nadie y Un crimen provisional.
Estos relatos –unos de los primeros experimentales en América Latina- buscaban expresar el ímpetu de la modernidad posrevolucionaria: el bullicio de la ciudad, la velocidad de los autos, tranvías y ferrocarriles; las luces, la música y el ruido de las urbes que contrastaban con el mundo rural y tradicional, al mismo tiempo que proponían la visión de un mundo desintegrado, ilógico y absurdo. Los tres textos se articulan en torno a la idea de la incomunicación y de la enajenación de la sociedad: “La señorita Etcétera –escribía Arqueles Vela- es la realización literaria del desorden provocado por la Revolución. La Revolución nos dispersó materialmente; eso significa también una dispersión interior.”