LIMÓN VILLEGAS, EDGAR SAMID; GÓNZALEZ GARCÍA, JUAN
Los vínculos de México con la economía internacional datan de antes de su independencia de la corona española y se mantuvieron tras ella, aunque con poco énfasis pues el siglo XIX no tuvo una tendencia pro libre comercio y nuestro país estaba en su lucha por conformar el Estado nacional. No fue sino hasta después a la revolución mexicana que el país sentó las bases políticas para diseñar un proyecto nacional más sólido.
En el primer tercio del siglo XX, México desarrolló una estructura primaria y comercial, en la que el sector primario —agricultura, ganadería y minería— representaba alrededor del 35% del PIB; el sector secundario —manufactura—, el 15%, y el comercio alrededor del 22% (Solís, 1969).
Entre 1945 y 1982 México experimentó una relativa transformación económica, liderada por el sector industrial (Fujigaki, 2005) que, sin alcanzar a fincar las bases de su desarrollo económico, permitió que el gobierno ensayara todo tipo de políticas económicas y comerciales que llevaron al país a la primera gran crisis económica en 1982, de cuyas secuelas aún no se logra la recuperación (Tello, 2010).
El siglo XXI confirma la globalización económica de finales del siglo XX, la cual aceleró e intensificó los procesos productivos, de intercambio y de los flujos del comercio internacional de bienes y servicios, así como de capitales; y aunque sólo unos cuantos países han logrado sacar provecho de su inserción internacional, el sector externo se convirtió en un determinante del crecimiento y desarrollo económico. En este tenor, México registra un déficit comercial crónico en lo general con los países de la región transpacífica, preponderantemente con China, Corea del Sur y Japón. Desde 2015 el porcentaje del comercio de México con esta región ha sido de alrededor del 14.7% del total de su comercio, lo que evidencia su importancia.
Este libro estudia el déficit que México registra con el noreste asiático, originado por el tipo de comercio que realiza con base en exportar productos primarios o de baja intensidad tecnológica o de insumos para la exportación, mientras que importa del noreste asiático bienes con alto valor agregado, por lo que se analiza el gasto que hacen en el sector de innovación, el cual se mide con los productos más significativos de este rubro, para verificar si se encuentra relacionado con su crecimiento y se revisa si el alto soporte científico, industrial y de innovación que tiene cada uno de los países del noreste de Asia detrás de su PIB es suficiente para justificar la especialización de su manufactura, que es donde descansa la robustez de su economía.