Cuando Madero cayó en febrero de 1913, muchos poblanos suspiraron con alivio; algunos por que odiaban al Presidente, pero la gran mayoría porque estaban hartos de la inestabilidad de los tres años anteriores. Para mucha gente en ese entonces, y a lo largo de las décadas subsecuentes, era mejor un gobierno fuerte, aunque poco o nada subsecuentes, era mejor un gobierno fuerte, aunque poco o nada democrático, que sufrir el caos.