Cinco mujeres transitan un lugar ambiguo, un espacio que es principio y final de todo..., puerto que barco y es faro a la vez, pasillos, salas de máquinas, bares; todo y nada, cualquier lugar y ningún lugar, el limbo de la confrontación.áCinco mujeres contenidas en cinco personajes míticos griegos.
Cinco mujeres marcadas por su pasión, atrapadas en la historia circular, cerrada, su propia anécdota mitológica. Finalmente, cinco mueres responsables de ser arquetipos de todas las demás mujeres.
Verónica Musalem toma a estos cinco mitos —sugeridos tal vez por el grupo de actrices para el cual fue escrita esta farsa con tonos de comedia— y los confronta. No busca revisitar los mitos o reinterpretarlos, busca la esencia misma de la identificación a partir de cuestionarlos, de violentarlos. Es Caronte quien toma —o intenta tomar— el papel transgresor. El guarda en sí mismo la idea de límite, límite que es final y principio: el límite de la existencia que nos trae consigo la carcajada inexorable del intento de transformación. Caronte toma la palabra, ya no es más el barquero silencioso que ejecuta una tarea, acciona, decide; se convierte en el catalizador de la confrontación. Verónica descubre, pues, a seis personajes con necesidades propias, y los seis se encuentran enajenados de sus tareas destínales, lejos de la repetición, y así encuentran por fin su realidad terrena, su esencia humana.
Lydia Margules
