La obra de Jorge Cuesta es una de las piedras de toque del siglo XX mexicano, no sólo porque sus textos ensayísticos son medulares para la evolución de su generación, ese "archipiélago de soledades" que tanto marcó a la cultura mexicana y que se conoce como grupo de los Contemporáneos, sino porque también dejó su huella, ya sea en el diálogo afirmativo, como ocurrió con Octavio Paz, ya en una franca oposición, como sucede con otros escritores, en todo lo que vendría después. Los abordajes a la obra de esta conciencia moral de su época han sido muy diversas: históricas, estéticas, ideológicas, sociales, incluso científicas y psicológicas; los puntos de vista se multiplican y los rostros que adquieren el hombre y la obra son muchos. Cuesta ofrece distintos ángulos para su lectura y Francisco Segovia elige en La cicatriz en el espejo uno de los más personales. No le preocupa tanto señalar el lugar en una jerarquía literaria ni situarlo en el canon de la historia cultural, como dialogar con él como un autor presente, que sigue poniendo en juego cuestiones que el paso de los años no ha hecho olvidar ni ha sabido responder.
