Múltiples son los intentos del hombre moderno por apropiarse, a través de la ciencia y la tecnología, del medio ambiente que lo hospeda, pretendiendo sojuzgarlo al mismo tiempo desde un supuesto centro de control y supervisión constituido por el "ser humano". De este modo, la naturaleza, capitidisminuida, deja de ser vista como dinamismo o fuerza motriz formadora de proyectos de vida, para tornarse en simple masa a merced de la industria, la economíá y el show business. Es el orden social el que, así, expulsa de su seno a la naturaleza que constituyera su propio origen. Triunfo planetario del artificio. Ello no implica, sin embargo, demonización alguna de la técnica ni nostalgia de paraísos perdidos (el paraíso sólo persiste como perdido), sino ocasión de meditación fronteriza: a la vez filosófica, artístico-plástica y arquitectónica. Partiendo de Heidegger, mas para ir más allá de él y a las veces contra él, se apunta aquí a una posibilidad de habitar como construir, examinando al efecto especialmente la obra y los presupuestos teóricos de Mies van der Rohe. No se trata pues de volver al pasado -siempre deformado por la nostalgia y hasta reinventado en función de intereses espúreos-, sino de contribuir a la concepción del arte-industria de la construcción como preludio para otra historia del ser, o lo que es lo mismo: del ser-tierra del hombre. Bien posible es que, como señalara hace tiempo Hölderlin, hayamos llegado demasiado tarde para los dioses, pero quizá no lo sea aún para aprender a habitar la tierra.
