Jean Giono es tan peculiar que, aun siendo reconocido como uno de los grandes del siglo XX, no está en el Olimpo al que Francia eleva a sus creadores ilustres. Mucho tiene que ver con este recelo su personalidad llana e independiente, la rusticidad espléndida del paisaje de la Provenza que aparece como telón de fondo de su escritura, y su particular interpretación de la tradición literaria más ortodoxa.