A través de su ya larga obra poética, Tomás Calvillo nos ha llevado a un acercamiento al misterio sustancial del que emanan todas las cosas y que, fuera del orden poético, es indecible. Desde el ombligo del agua (1981) hasta el fondo de las cosas (2006), asistimos a una exploración espiritual que, nacida de las experiencias más diversas, abre resquicios en medio del tiempo para que podamos contemplar el lugar en el que todo reposa y adquiere sentido. Con filipinas, textos cercanos, escrito en el archipiélago de las 7107 islas, Calvillo continúa esa exploración. Solo que aquí, el poeta ha abandonado todas sus certezas y, asumiendo el parte aguas histórico en el que hemos entrado, deja resonar, en medio del desconcierto, del sufrimiento y del vacío, el misterio como una presencia inasible que se dice a través del humor, de la memoria y de la ternura. Despojados de todo, pero arraigados en la profundidad del insondable lago del ser, estos poemas tienen el sabor de la infancia recobrada, ese sabor que a veces recuerda la sencilla complejidad de Francis James y de jaques prévert. Javier Sicilia
